El miedo es el destructor de mentes
Por José-Andrés Alegría
Donovan Mitchell, el escolta estrella de los Utah Jazz, escribió una vez “determinación antes que negatividad”. Recuerdo haber leído este artículo en The Player’s Tribune y habérselo enviado inmediatamente a mi madre. Sentí que estaba leyendo acerca de mi infancia, pero no fui yo quién lo escribió. Al igual que en el artículo, siempre fui un niño bastante hiperactivo, siempre estaba haciendo algo. Y, por supuesto, mi madre tuvo que darme riendas sueltas, dentro de lo razonable. Si mi infancia hubiese tenido una banda sonora hubiese sido el constante BOMP BOMP BOMP de un balón, cualquier balón en el que pudiese poner mis manos, rebotando contra la pared. Si en esa época hubiesen existido los Fitbits, hubiese completado rápidamente 30,000 pasos cada día. Así era hasta que me rasgué el LCA en mi segundo año de secundaria. Apestó. Pero la herida no fue la peor parte. Tampoco fue que no pudiese jugar fútbol soccer durante esa temporada. Tampoco fue que tuviese que estar al cuidado de cada uno de mis pasos con mi pierna lastimada hasta que mejoró. Lo peor fue la sensación de estar atrapado dentro de mi propio cuerpo. No tener la capacidad de correr cuando quisiera, y ni hablar de caminar. Era debilitante, mentalmente. Haberme desgarrado el LCA fue la lesión más prominente que había tenido hasta ese momento. Me había roto muchos huesos, me arrolló un carro, me agrieté el esternón; esas son las razones por las que todos mis dedos suenan cuando hago un puño o mis tobillos hacen pop cuando subo las escaleras. Pero mi LCA fue algo completamente diferente. Fueron semanas de trabajo duro para poder doblar mi rodilla más allá de los 90 grados de manera cómoda, después otras semanas más aprendiendo a caminar sin muletas, luego aprender a caminar sin un yeso en la rodilla para así poder eventualmente correr otra vez sin él. Era una lata, y no fue hasta hace poco que me percaté de que mi lesión pasada seguía afectándome mentalmente. Con la mala suerte de un gato negro, me rasgué mi otro LCA durante mi segundo año universitario. Eso sucedió cuatro años atrás. Nunca fui a que lo curaran. Sonará tonto, pero pensé que al no ir a que lo curaran me estaba salvando de pasar por aquellos tiempos de oscuridad por los que pasé en secundaria. De lo que no me percaté fue que extrañaba poder correr cuando quisiera y practicar deportes. Llegué a tener una mentalidad autocomplaciente de que quedarme sentado en casa era bueno para mí. ¡Una locura, lo sé! Y lo que hizo que me diera cuenta de que extrañaba jugar deportes fue un animé (caricatura japonesa). Sí, soy un nerd que ve animé, pero raramente veo animé de deportes. Pienso que son tontos. Bueno, pensaba que lo eran hasta que, por alguna razón, decidí ver HAIKYU. Es un animé que se enfoca en un jugador de volibol de baja estatura de secundaria que sueña con ser el mejor. No quiero profundizar mucho, pero esto revivió algo dentro de mí. O mejor debería decir que me hizo recordar una parte de mí que había olvidado. Es por eso que el 3 de diciembre tuve una cirugía para reparar mi LCA. Ha sido un arduo y largo viaje tratar de volver a la normalidad, y tan solo han pasado 4 semanas, pero esta vez sabía qué esperar. Tengo una meta. Y lo más importante, tengo un grupo de amigos que, a pesar de que vivo a 1,300 millas de distancia de ellos, han estado ahí para mí, me han mantenido positivo, y están listos para recibirme cada vez que los visito. Ya estoy cansado de poner excusas. Cansado de quedarme sentado sin hacer nada durante todo el día. Voy a ser capaz de regresar al campo de juego, ya sea para volibol, basquetbol, o algo distinto. Desde que tengo memoria he corrido, saltado, brincado, o jugado a lo largo de mi vida. Nunca he dejado que nada me derribe. Si me llegaba a caer, me levantaba de inmediato, listo para volver a intentarlo. Siempre vi el fracaso como un reto para superarme a mí mismo. Pero luego me caí, y realmente nunca intente volver a levantarme. Mi yo de diez años estaría muy molesto con mi yo de 22 años por “rendirme”. Nadie espera seguir siendo el mismo de cuando era niño, pero pasé de ser alguien que amaba estar afuera corriendo por todas partes a ser alguien que odia estar afuera. Pero lo que odio es el miedo de lastimarme. “El miedo es el destructor de mentes”, eso es algo que llevo tatuado en mi cuerpo, y a pesar de ello, durante los últimos cuatro años, he dejado que el miedo controle mi vida. Así que para el año nuevo y como reajuste general de mi vida, estoy sanando mi herida, sanando mi estado mental, y en general, no estoy dejando que el miedo controle mi vida. “Determinación antes que negatividad”, ¿recuerdan? —— Para más consejos acerca de relaciones, sigue a Family Bridges en las redes sociales: @familybridges