Trata a los demás como quieres que te traten
La frase de Charles Darwin originada de sus teorías de la evolución sobre “la preservación del fuerte” ha tomado un significado diferente al que su autor le había previsto originalmente. En estos días esta frase significa que para llegar a la cima hay que arañar y aprovecharse de los demás sin tomar en cuenta el bienestar del hombre común. Buscar nuestros intereses y poner como prioridad nuestras necesidades, al detrimento del otro, se ha convertido en la estrategia aceptada de sobrevivencia del siglo 21. Algunas veces nuestra manipulación para alcanzar el éxito es un acto manifiesto y, otras veces, lo encubrimos como si fuera un juego estratégico de ajedrez.
Está en nuestra naturaleza aterrorizarnos cuando vemos que estamos perdiendo alguna ventaja y buscar el éxito usando cualquier método imaginable porque después de todo “solo los fuertes con un gran deseo de sobrevivir y con la habilidad de adaptarse pueden ser exitosos”. Pero si estás sintiendo ese impulso de destruir a los demás para preservar a tu ego, te pido que escuches las palabras de Mignon McLaughlin cuando dijo, “No seas tú mismo. Se una persona un poco más amable.”
El éxito y la habilidad de sobrevivir en el mundo salvaje no son análogos al éxito en tus relaciones interpersonales. Porque no es cuando eres el más ligero, ni el más fuerte, ni el más inteligente que tus relaciones sobreviven, sino cuando eres amable.
Antes de que comiences a pensar que no puedes ser amable porque esto implica un tipo de bondad que no posees, permíteme recordarte que la amabilidad no está limitada a hacer algo bueno por alguien, sino, más específicamente, a hacer el bien por ese alguien. Barry Corey en su libro, Amando la Amabilidad nos recuerda que la amabilidad es feroz,no es tímida o frágil. La verdadera amabilidad es valiente e intrépida. Si tú le lavas la ropa a tus hijos estás haciendo algo bueno para agradarlos a ellos, pero si les enseñas paciente y consistentemente a lavar su propia ropa, les estás haciendo un bien. La verdadera amabilidad busca su bienestar, su independencia y su sentido de logro personal sobre el mero deseo de agradar. En otras palabras, la verdadera amabilidad busca un bien eterno sobre un acto efímero.
Pero existe otro aspecto que debemos examinar. El arte de actuar civilizada y decentemente hacia los demás es un aspecto de la amabilidad que vale la pena explorar. Es fácil dejarnos llevar por el mal humor y apuntar el dedo, criticar y llamar a rendir cuentas a todos los que no están de acuerdo con nosotros. Sabemos poner a alguien en su lugar y pasar horas interminables discutiendo e insultando a los que no están de acuerdo con nosotros. Pero toma mucho más valentía pararnos con compasión al lado de las personas con las que no estamos de acuerdo.
La amabilidad también es buena para la salud personal. Como la mayoría de los antidepresivos médicos, la amabilidad estimula la producción de serotonina, unos neurotransmisores que sanan las heridas, nos calman y nos traen felicidad. Además, cuando somos amables, producimos endorfinas, las aspirinas naturales que el cerebro produce. Las personas compasivas también tienen un 23% menos de cortisol, la hormona que produce estrés.
Así que, olvídate de la preservación del fuerte y mejor busca ser amable. Es bueno para la salud mental y también para nuestros hijos, hijas, amigos, esposo o esposa que necesitan; desesperadamente, que hagas la diferencia en sus vidas. Busca tratar a los demás como quieres que ellos te traten a ti.
Piensa en las palabras del proverbio, “hay quienes reparten y le es añadido más y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.” Deja de retener y permite que la amabilidad te traiga satisfacción. Porque contrario a la teoría de Darwin, es solo cuando compartes tu vida que lograrás encontrarla.