Hortensia: lo suyo y lo ajeno (T2E1)

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Domesticar la lengua

Cuando comparta algo sucedido, recuerde lo que dicen las Escrituras: “Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad.” No menosprecie el poder de sus palabras. Levante el ánimo del otro y procure bendecir en vez de maldecir.

¿Recuerdas haber terminado llorando con vergüenza en el patio de la escuela cuando compañeros te insultaban? ¿O sintiéndote insignificante ante la crítica inmerecida de uno de tus padres? ¿O sintiéndote quebrantado/a con las palabras hirientes de tu pareja? Las palabras que han sido lanzadas sin consideración o cuidado hieren. Cuando la lengua no ha sido domada termina siendo un fuego o una bestia salvaje o una espada afilada. Si existen personas en tu vida que no saben controlar su lengua propón en tu corazón no temerles y resiste las ansias de ponerte a la defensiva. Está en nuestra naturaleza humana el instinto de querer defendernos cuando nos insultan o critican o cuando otros hablan mal de nosotros. Pero es importante que mantengamos nuestro derecho a la dignidad. Nadie tiene el derecho de difamarnos o de maltratarnos verbalmente.

De la misma forma en la que tienes derecho a tu dignidad, los demás también tienen el mismo derecho por lo que tú tampoco debes dirigirte a ellos con palabras derogatorias, condenadoras, resistentes, ingratas o hirientes. Recuerda que la boca dice las cosas que guarda el corazón y es por ello que mientras más íntima la relación, más profunda la herida de las palabras o del chisme. Mi abuela solía decir que el que “escupe hacia arriba, le cae la saliva en la boca” es por eso que debes comenzar desde hoy mismo a controlar o a “domesticar” la lengua procurando bendecir a los demás en vez de maldecirlos.

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