Matrimonio y Migrañas
Desperté con una terrible migraña, una de las peores.
“No, hoy no Señor, ¡es mi aniversario!
Por supuesto que tú lo sabes, pero ¡por favor Dios!
Steve merece pasar un buen día. AMBOS lo merecemos Señor, ¿o no?
Una noche divertida fuera de casa... una tarde íntima juntos.
Por favor, Señor, quítame este dolor.”
Steve me trajo café y flores. Con un beso, me deseó un feliz aniversario. No mostró ni una señal de decepción a causa de mi malestar y la posibilidad de que no pudiéramos celebrar como habíamos planeado. Y este era un aniversario importante. Era como nuestro primer aniversario y el décimo tercero, aunque en realidad era el doceavo. Ambos habíamos estado casados anteriormente, así que nuestro tiempo de casados combinados era de 30 años. Nuestro matrimonio era de 12 años en este punto, pero habíamos tenido un contratiempo grande el año pasado. Pasamos tiempos muy difíciles lidiando con el dolor de la infidelidad y la sanación que solo Dios puede dar. Literalmente, mi esposo estaba mudando sus cosas de nueva cuenta a nuestra casa esa semana. Era un nuevo comienzo para nosotros, uno bendecido por una gran sabiduría otorgada por Dios.
Las cosas no comenzaron de manera fácil para nosotros. El sabía que yo padecía de migraña crónica diariamente, lo que en realidad eran 15 días o más al mes, siendo ese número de migrañas las que tengo cada mes. Toda la vida había sido plagada con migrañas, la primera me fue diagnosticada a los 5 años. A medida que fui creciendo, fueron empeorando progresivamente. Me acababan de diagnosticar con una condición cardiaca, así que también inicié un tratamiento para el corazón. Con ello, mi cuerpo pasó por muchos cambios y todo empeoró. A medida que pasaban los años, aumentaron mis problemas físicos. Él se convirtió más en mi cuidador que esposo o amante. Por mi bien, Steve se jubiló temprano para apoyarme emocional y físicamente, y para asistirme durante los viajes alrededor del país en búsqueda de ayuda médica – los viajes consumían mucho de nuestro tiempo y energía, y nos dejaba drenados, agotados… y eso sin considerar los efectos secundarios de los medicamentos.
Al tiempo que Steve se convirtió en mi cuidador más que mi esposo, ambos comenzamos a reconocer que nuestros roles estaban cambiando – pero cuando nos dimos cuenta, ya estábamos peleando mucho y no sabíamos cómo arreglar el caos en el que estábamos metidos. Culpábamos a todo lo que tenía que ver con mi salud, pero la verdad es, que los problemas estaban enraizados más allá. Nuestra comunicación era pobre y ya no orábamos juntos. Afortunadamente, Dios nos conocía mejor de lo que nosotros mismos nos conocíamos – y tenía un plan para ayudarnos.
Lo primero que pasa por mi mente cuando me preguntan sobre el matrimonio y la oración, es que no podríamos tener uno sin el otro. No se me ocurre una sola razón para siquiera pensar en intentarlo. Tenemos un Padre amoroso que nos conoce y ama completamente, Él quiere lo mejor para nosotros como personas y en nuestros matrimonios y Él nos conoce mejor que nosotros mismos. Él tiene un plan para nuestro futuro y tiene el poder, la sabiduría y la fortaleza para ver ese plan realizado. Él tiene la habilidad de hacer que las cosas funcionen para nuestro bien sin importar nuestra cual sea nuestra percepción. Él nos guiará con su paz (o por nuestra falta de) si solo nos damos la oportunidad de tener una relación con El – y hacemos eso al pedir su perdón por nuestros pecados, estableciendo una relación con El y aprendiendo más sobre El a través del estudio Bíblico y hablándole o, en otras palabras, por medio de la oración.
"Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados." 1 Pedro 4:8