Un Dios de Segundas Oportunidades
El matrimonio para toda la vida es una expectativa que todas las parejas recién casadas comparten. Aunque los desafíos del matrimonio y la familia aun están por presentarse ante los recién casados, enfrentarán estos asuntos juntos con la esperanza de un final feliz. Desafortunadamente, esto no funciona para todas las parejas. Ambos, John y yo, nos habíamos casado con la clara intención de que durara para siempre. Pero no fue así.
Los efectos del alcoholismo y de enfermedad mental impactaron nuestros matrimonios anteriores de tal manera que no nos permitieron permanecer en nuestro respectivo matrimonio. La decisión de terminar cada matrimonio fue una llena de tormento, dudas y tristeza extrema. ¿A dónde habían partido el amor y el respeto? Porqué permitimos que desaparecieran y nos forzaron a tomar decisiones que rompieron nuestros corazones. Los hijos que compartimos con nuestros ex esposos ahora se encontraban viviendo en dos mundos, como resultado de relaciones no saludables e incertidumbre financiera. No era el sueño que ninguno de los dos teníamos para nuestra familia.
Como padres divorciados, aprendimos a navegar las aguas turbias de ser padres solteros. En ciertas maneras, la vida se tornó más tranquila, pero también estaba falta de la intimidad profunda con otro adulto. Ocho años después de mi divorcio, y dos años después del de John, nos conocimos en un entrenamiento de liderazgo para el Ministerio de Divorcio de nuestra iglesia. Sin buscar una relación, pasaron algunos meses antes de que nos diéramos la oportunidad de salir juntos. Solo después de varias semanas de salidas fue que comenzamos a entender que estábamos iniciando una relación. Fue mi hijo de 15 años el que me dijo que ahora ya tenía novio. Fue raro, pues esto no figuraba de ninguna manera en mis planes.
Después de tres o cuatro meses de vernos varias veces por semana, comencé a pensar que era muy complicado ser madre de tres adolescentes y sostener una relación con este hombre. Así que me reuní con mi director spiritual y le hablé de mis preocupaciones. Le dije que quería terminar la relación y mantener las cosas de mi vida sin complicaciones. Ella me vio directamente a los ojos y me desafió preguntando por qué me sentía de esa manera si obviamente lo pasaba muy bien con este hombre. Yo le hice una lista de excusas y ella gentilmente me tomó de la mano y me dijo, “¿Porqué crees que no eres digna de amar a este hombre?” Yo sentí mis lágrimas rodar al escuchar esa verdad que me dolía. Me pidió que dejara de pensarlo demasiado y que permitiera que Dios trabajara en nuestras vidas. Yo estaba demasiado reacia. Además de que aún me estaba castigando por el divorcio.
Pensé en lo que me dijo. Le pedí a Dios que me ayudara a recibir ese amor si era lo mejor para los dos. A su tiempo, eso fue lo que sucedió. Después de un año y medio de noviazgo, nos comprometimos y nos casamos seis meses más tarde. Tuvimos una segunda oportunidad para amar y tener un buen matrimonio. Dios claramente estaba en el centro de nuestra relación y ambos confiamos el uno en el otro y en El.
Entre los dos, tenemos 6 hijos jóvenes adultos y sabíamos que nuestra decisión de casarnos podría ser un desafío para ellos. Ellos firmemente nos dijeron que no seríamos como la familia de la serie de TV, “The Brady Bunch.” Decidimos casarnos en la capilla de un orfanatorio que apoyamos en Miatcatlán, México, cerca de Cuernavaca. Juntamos nuestros recursos y nos fuimos con nuestros hijos a México. Conocimos el área, pasamos tiempo con los pequeños del orfanato y celebramos nuestra boda en la capilla rodeados de nuestros hijos, algunos amigos y muchos de los 850 huérfanos que viven ahí. Fue hermoso y memorable para todos nosotros.
Habiendo celebrado nuestro 15 aniversario, nos sentimos muy agradecidos de estar juntos. Nuestros hijos respetan el matrimonio que hemos modelado para ellos. No ha sido fácil, pero cuando Dios es el centro de la relación, el éxito es mejor. Somos muy bendecidos.
"Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados." 1 Pedro 4:8